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Mohamed es profesor de literatura inglesa en uno de los institutos más progresistas de Palestina, del que también es director. Vive en un pueblecito con su esposa Samia y sus cinco hijos: Mariam (17 años), Yusef (14 años), Jamal (13 años), Karem (6 años) y Nadia (8 años). La familia vive en una casa aislada situada a medio camino entre un pueblo palestino y un asentamiento judío. La casa no tarda en convertirse en un punto estratégico. Los israelíes deciden confiscarla. A pesar de que la casa esté invadida por soldados israelíes, Mohamed rehúsa irse. Apoyándose en su profunda creencia en la no-violencia, decide que es posible convivir con los soldados. Éstos deciden dividir la casa en tres zonas. El salón (zona A), donde encerrarán a la familia cada noche hasta la mañana siguiente; la planta baja (zona B), en la que sólo pueden estar durante el día; y el piso de arriba (zona C), estrictamente reservado a los ocupantes. Esta nueva vida, impregnada de miedo, rompe la unidad de la familia. Cada miembro reacciona a su manera a la presencia de los soldados y a la decisión del padre. Mariam es la única en apoyar a su padre. Pero no quiere quedarse en la casa por la misma razón que Mohamed. Cree que es la única forma de llevar a cabo una resistencia activa, incluso violenta si llegara el caso. Mariam, empujada por la curiosidad y su profundo deseo de rechazar al “invasor”, hará caso omiso de la prohibición y se colará en el piso de arriba. El comandante está a punto de sorprenderla, pero ella se esconde en un armario empotrado. Es el sitio perfecto para observar y espiar a los soldados. Pronto descubre que el enemigo es un ser humano y cotidiano. Jamal, el hermano de Mariam, en apariencia más fuerte, más independiente y más callado, nutre un secreto deseo de venganza. El tiempo da la razón a Mohamed. Su estrategia de resistencia pacífica da frutos y consigue normalizar la situación. Las tensiones del principio entre la familia y los soldados se disuelven. Sin nuevos estímulos, la espiral de violencia se convierte en un absurdo. Cuando todo parece haber regresado a la normalidad, un nuevo brote de violencia amenaza con destruir todo lo que se ha conseguido.