Wayne (Robert Redford) y Eileen (Helen Mirren) son un matrimonio cuya apacible vida transcurre feliz tras unos cuantos años casados, aunque no todo es lo que parece. Viven en una gran mansión y Wayne se gana muy bien la vida con sus negocios. Tienen dos hijos, Tim (Alessandro Nivola) y Jill (Melissa Sagemiller). Un buen día, un día como cualquier otro, Wayne sale hacia el trabajo, no sin antes recordarle su mujer que debe llegar pronto, puesto que tienen invitados a cenar. Eileen sale a comprar, se relaja en la piscina, y llega la noche. Los invitados llegan, pero Wayne se retrasa, algo normal en él teniendo en cuenta que es un hombre muy ocupado. Pero ya es madrugada, y sigue sin aparecer. Entonces Eileen llama a la policía, y empieza la búsqueda. Lo que ella no sabe es que Wayne ha sido secuestrado por un enigmático personaje (Willem Dafoe) que parece conocerle muy bien. Un hombre que no tiene nada que perder y todo por ganar, sobre todo una gran cantidad de dinero. Así que se lo lleva a un bosque aislado, un lugar agreste donde Wayne debe luchar para sobrevivir. Por su parte, el interrogatorio al que Eileen es sometida se convierte en un infierno: el agente Muller (Matt Craven) le conduce a ver una vida oculta sepultada tras las apariencias externas, secretos que salen a la luz, y sobre todo las carencias, especialmente de tipo afectivo, existentes entre el matrimonio.
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