Torrente se ve atenazado por la crisis que asola al país. Viviendo en condiciones miserables, se ve obligado a aceptar un “encargo” poco recomendable. Se trata de asesinar a alguien. Torrente recluta algunos colaboradores para que le ayuden con su peculiar misión. Finalmente, Torrente es utilizado como chivo expiatorio y, antes de que pueda cumplir el trabajo encomendado, “alguien” se le adelanta. Le cargan con el mochuelo y es encarcelado por un crimen que no ha cometido. En prisión, toda su obsesión será escaparse para limpiar su nombre. Para ello gesta un plan inspirado en una de sus películas favoritas, “Evasión o victoria”, y organiza un partido de fútbol, una especie de derby entre funcionarios y presos. Durante el partido su idea es escaparse con unos compañeros por un túnel. El túnel se derrumba y parece que la fuga será imposible, pero la salida del coro de la cárcel a un certamen interprovincial será el vehículo de Torrente para conseguir su salida del presidio. Una vez fuera, comienza su venganza, localizando para ello al hombre que le envió a prisión, el empresario Ernesto Rocamora.
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